a última película peruana sobre el “conflicto armado interno” (TERRORISMO de ultraizquierda para los que lo vivimos y sufrimos y no nos interesa edulcorar con términos ambiguos una terrible y dolorosa época de nuestra historia reciente) ha generado una polémica que no nos debe ser ajena.
Solo diré que todas las películas nacionales sobre este tema -producidas dicho sea de paso con dinero de todos los peruanos- tienen un inocultable sesgo progre que relativiza (y hasta romantiza) la insania terrorista, intentado equiparar el accionar de nuestras FFAA con estos sanguinarios grupos terroristas, los que finalmente fueron combatidos y derrotaros militarmente.
Que, transcurrido el tiempo, hoy nosotros podamos vivir sin ese flagelo y olvidando lo que fueron aquellos aciagos días inclusive se hagan películas que paradójicamente se esmeren en denostar a las fuerzas del orden, es prueba concluyente de la superioridad moral de los gobiernos y militares que combatieron y vencieron al terrorismo, les guste o no a las ONG de DDHH, sus activistas y simpatizantes… y a algunos despistados por ahí.
A propósito, que tal una película peruana sobre la sufrida familia de un valiente militar que combatió y venció el terrorismo y que perseguido por años por ONG proterrucas acaba no solo preso sino perseguido inmisericorde e interminablemente por una “justicia” pro DDHH de los terroristas. Ahí empezaré a creer en el cine nacional y de pronto dejaré de pensar en nuestro cine de autor, uno evidentemente activista de izquierda.