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Perú-Ecuador, una paz duradera

El 26 de octubre de 1998 se firmó en Brasilia el Acuerdo de Paz definitivo entre Perú y Ecuador que puso fin a una historia de enconada animadversión y varios conflictos armados entre estas dos naciones hermanas. Artífices incuestionables de esta memorable jornada fueron –paradójicamente– dos descendientes directos de inmigrantes afincados en estas tierras y que ejercían las respectivas presidencias en sus países: uno de ascendencia japonesa, el peruano Alberto Fujimori Fujimori y otro de ascendencia libanesa y alemana, el ecuatoriano Jamil Mahuad Witt. Ambos también hermanados por desventurados destinos luego de acabar sus mandatos y además los dos con un casi nulo reconocimiento por su participación en este proceso de paz.

En estos días, cuando se conmemora el vigésimo quinto aniversario de este acuerdo en Lima con la participación de la mandataria peruana Dina Boluarte y de su homólogo ecuatoriano Guillermo Lasso, además de los cancilleres signatarios del documento, el experimentado diplomático José Ayala Lasso y el connotado abogado y jurista Fernando de Trazegnies por Ecuador y Perú respectivamente; no deja de ser lamentable e injusto que los dos principales protagonistas de aquel entonces –y que siguen vivos– no puedan disfrutar como corresponde de este notable logro, ese que propiciaron que dos países dejen de lado sus diferencias territoriales sentándose en una mesa de negociación para lograr un acuerdo de paz duradero. Así Alberto Fujimori, un anciano de 85 años y enfermo, yace en la cárcel a la espera de un indulto que nunca llega, y Jamil Mahuad –de 74 años– vive en el exilio, olvidado y con múltiples denuncias en su contra. Guiños trágicos de la historia.

En el pasado quedó el Protocolo de Paz, Amistad y Límites de Rio de Janeiro suscrito por ambos países en 1942 y que puso al fin al conflicto armado de 1941 fijando los límites entre Perú y Ecuador, pero que fue desconocido por el vecino país del norte pocos años después de su firma y que constituyó por décadas una piedra en el zapato para las relaciones bilaterales peruanas-ecuatorianas hasta el acuerdo de 1998. Años en los que Ecuador enarbolaría banderas reivindicatorias en territorios donde nunca ejerció soberanía y que diversos candidatos se aprovecharían demagógicamente para sus campañas políticas.

Un kilómetro cuadrado otorgado en propiedad (no en soberanía) a Ecuador en territorio peruano y en medio de la espesa e inhóspita selva tropical –frontera entre los dos países– fue la feliz e ingeniosa salida para terminar con una absurda controversia que se solucionó por la buena fe y el ferviente deseo de paz imperante tanto en Perú como en Ecuador aquellos días, paz que perdura hasta hoy y que esperamos sea por siempre. Nunca se pagó tan poco por tanto.