Es tan infame como prolífica y nefasta la cobertura mediática de los activistas, perdón “corresponsales”, de los diarios extranjeros sobre lo que sucede en el Perú. Lamentablemente la “narrativa” progre ha inundado las redacciones de los principales medios informativos de Occidente. Mienten descaradamente tergiversando e imponiendo un relato artificioso que solo contribuye a mantener desinformado al mundo entero sobre nuestra situación.
No hay tal descontento generalizado por una Constitución emanada de una dictadura, NO. Nuestra Carta Magna de 1993 si bien fue la consecuencia de una ruptura del orden democrático en 1992 por Alberto Fujimori, fue un documento redactado y aprobado por 120 constituyentes de diferentes tendencias políticas que recogieron los anhelos de un pueblo hastiado de los fracasos socialistas de los gobiernos predecesores y sobre todo de la dictadura militar izquierdista de los setenta. Por lo demás, su proceso fue supervisado por organismos internacionales -algo más centrados que los de ahora- y sometida a un referéndum ciudadano fue aprobada por la mayoría de peruanos. No hay, por tanto, espacio para una írrita asamblea constituyente (figura inexistente en nuestro ordenamiento legal), viejo y caro anhelo de la izquierda en el Perú.
No existe ese romántico e inexistente profesor de escuela rural que llegó al poder para reivindicar al pueblo oprimido por una “oligarquía blanca” que sojuzga y somete al país. NO, Pedro Castillo es un oscuro y básico dirigente sindical que se encontró la presidencia en un proceso electoral plagado de irregularidades. Su mandato de diecisiete meses fue un desastre absoluto por su manifiesta incapacidad de gestión y una espantosa corrupción que lo llevó a un desesperado intento por aferrarse al poder dando un fallido golpe de Estado en diciembre de 2022.
Hoy, tras las rejas enfrenta graves cargos criminales, cuando luego de su intentona golpista huyera cobardemente para asilarse en la embajada de su amigo y cómplice, el presidente mexicano López Obrador.
No hay “manifestaciones pacíficas” para combatir a una “dictadura”. Dina Boluarte asumió la presidencia en una correcta transición democrática apegada a la Constitución. Ha tenido que afrontar una asonada terrorista y subversiva de la ultraizquierda con la complicidad de sectores progres-caviares que insisten en deslegitimar no solo al gobierno de la señora Boluarte, sus ministros, sino a las fuerzas del orden que cumplen un importante y sacrificado rol para imponer la ley y el orden.
No todo el país está paralizado, a estas alturas, las protestas “pacíficas” en la capital han menguado y tan solo Puno insiste en su irracional autodestrucción. Madre de Dios, Cusco y Arequipa están en proceso de retornar a la normalidad. Mientras que Cajamarca ha dado un ejemplo al país llevando a cabo su tradicional carnaval con una asistencia multitudinaria, una que solo contribuye al beneficio de la población.