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LAS PRISIONES PREVENTIVAS

Hay cierto sector de la prensa (con todo el derecho del mundo consideramos, ya el público los juzgará) que se ha convertido en fiel escudero de Mauricio Fernandini, el periodista investigado por actos de corrupción a punto de ser enviado a una severa prisión preventiva por 36 meses (una condena adelantada, por lo demás). Como se sabe Fernandini está implicado en la red de corrupción que envuelve entre otros a Sada Goray, al mismísimo ex presidente Pedro Castillo y su corte de maleantes.

No sabemos si el citado hombre de prensa vaya a prisión (un infierno en vida en nuestro país por lo demás), sin embargo, no nos cansaremos de insistir que esta medida PREVENTIVA solo debe adoptarse como una de última ratio, es decir aplicarse a criminales de alta peligrosidad que representen una real e inminente amenaza para la sociedad (delitos denominados de sangre) o a cabecillas muy visibles, esos que por ser tan poderosos tengan la posibilidad de obstruir la justicia o de manejarla a su antojo. En el camino hay impedimentos de viajar, comparecencias simples o con restricciones, grilletes electrónicos y hasta prisiones domiciliarias en vez de mandar a la gente a cárceles infernales y encima hacinadas.

No es novedad que desde hace ya varios años los operadores de justicia vienen aplicando esta medida a diestra y siniestra, sustentando tal decisión con los argumentos más banales y endebles posibles y en muchos casos antojadizos y hasta erráticos. Lo que ha convertido todos los procesos penales (los relacionados de alguna manera con la política) en verdaderos circos…y de tres pistas. Lamentablemente, su uso y abuso ha terminado por desnaturalizarla y mucha gente cree que es justicia enviar a la gente a la cárcel sin sentencia o lo peor, aplicarla acorde a la simpatía o antipatía (política o de cualquier índole) del sujeto en cuestión…gravísimo.

Otro tanto ocurre con la tipicidad nada rigurosa con la que ciertos fiscales investigan y acusan a los procesados por los delitos de lavado de activos y organización criminal (y los jueces que las aceptan); figuras criminales que con sus interpretaciones tan laxas y permisibles han terminado por convertirse en verdaderos cajones de sastre (donde toda conducta entra por el aro, contraviniendo el espíritu del derecho penal que manda ser muy estricto y literal en la tipicidad de una supuesta conducta delictiva).

Una justicia penal -con plazos interminables y penas absurdas- que no puede acusar debidamente, ya ni que decir de llegar a un juicio oral y por ende ni pensar en conseguir sentencias absolutorias o condenatorias… no es justicia ni aquí ni en Sebastopol. En el Perú hay cualquier cosa, pero justicia NO hay, así de simple. Buenas noches.