Los demandantes son hombres mayores. Uno de ellos lo acusa de “hacerle participar en una actividad penetrativa sin consentimiento” vaya eufemismo para decir solapadamente violación. O sea el actor norteamericano Kevin Spacey ¿“obligó” a hombres a tener relaciones sexuales no consentidas con él? A este paso, todos los hombres hetero u homosexuales -ricos y famosos por cierto- tarde o temprano van a acabar en el cadalso acusados por NN de haberlos obligados a tener sexo con ellos ¿Cuál es el límite? A Kevin Spacey en esta oportunidad NO lo están denunciando mujeres indefensas, vulnerables, tampoco menores de edad. NO, son hombres de pronto más jóvenes y fuertes que él. Spacey NO es el crápula de Harvey Weinstein (ese sí un abusivo y depredador sexual compulsivo, hoy debidamente sentenciado por las indubitables pruebas de sus conductas ruines y criminales).
El galardonado protagonista de memorables películas es víctima de esta nueva tendencia perversa instaurada en el mundo de espectáculo que es la cultura de la cancelación, donde basta que uno sea denunciado para ser desterrado a las mazmorras del olvido por la avanzada progre que viene consiguiendo con singular éxito imponer la dictadura de lo políticamente correcto en matera de sexo y naturalmente en su caballito de batalla que es la ideología de género. El epítome de esta gran farsa llegó cuando la famosa escrita J.K. Rowling publicó un tuit donde se burlaba de la expresión “persona menstruante” en vez de mujer… ¡la cancelaron! Lo paradójico de todo esto es que Spacey era un fervoroso activista político que defendía causas de la izquierda, tendencia política que se identifica con estos movimientos pseudo reivindicatorios. De nada le sirvió declararse abiertamente homosexual, igual las denuncias por acoso le llovieron y con ellas buena parte de su patrimonio se fue en indemnizaciones. No la debe estar pasando nada bien el despiadado e implacable Frank Underwood (su emblemático papel en House of Cards).