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El rol del Colegio de Abogados de Lima

Permítanme referirme a un tema personal como introducción a la crítica a una institución con la que tengo un fuerte lazo profesional -y hasta familiar- por su vergonzosa incapacidad para defender los fueros de la legalidad en el país y que debiera ser el garante natural de todos los peruanos -no solo de los letrados- afectados por uno de los peores sistemas de justicia del mundo y el permanente abuso de poder de sus más altas autoridades políticas y…de hace algunos años: el Colegio de Abogados de Lima.

A manera de anécdota indicaré que es tan ineficiente -y a todo nivel- esta entidad que luego de más de ocho meses de martirio burocrático finalmente pude cobrar la pensión de retiro que me correspondía (cantidad por demás diminuta) por haber aportado 30 años y tener más de 60 años de edad.

Sin embargo, no me motiva este intrascendente inconveniente para expresar mi crítica a una institución fundada en 1804 por una real cedula expedida por el Rey Carlos IV de España y de la que un tío-abuelo fue decano a mediados del siglo pasado, su hijo miembro de una junta directiva en los ochentas y mi padre colegiado toda su vida profesional.

Una orden que tuvo ilustres decanos, grandes personalidades de las leyes que cuando se desempeñaron como máximos representantes de los abogados tuvieron valientes y decididas acciones que les valieron ser no solo perseguidos por los sátrapas que ocupaban el poder de turno, sino hasta sufrieron privaciones de su libertad.

En 1974 fue elegido decano del Ilustre Colegio de Abogados de Lima -en pleno apogeo de la nefasta Junta Militar presidida por Juan Velasco Alvarado- el brillante abogado y jurista Juan Vicente Ugarte del Pino, a quien no le tembló la voz para enfrentarse a esa dictadura, realizando una defensa clara de la legalidad constitucional y del estado de derecho lo que le valió la persecución y la cárcel por un supuesto delito contra-revolucionario. El que también luego sería decano, el maestro Max Arias-Scheriber Pezet lo calificaría entonces -y muy acertadamente- como el «Decano de la Resistencia». Otro tanto ocurrió cuando el entonces senador y decano del CAL, Raúl Ferrero Costa protestó airadamente contra la disolución del Congreso dictada por Alberto Fujimori en abril de 1992.

En tiempos recientes ¿Dónde estaba el decano del CAL cuando el lagarto Vizcarra -con la “invalorable” ayuda de ciertas ONG- cerró prepotentemente el Congreso y hacía lo que le daba la gana desde el poder en el sistema de justicia, siempre de la mano de una gran prensa venal cómplice que “sentenciaba” mediáticamente a sus enemigos políticos? Solo esperamos que el actual decano, mi profesor de pregrado, el correcto abogado y notario Cesar Bazán Naveda levante la voz, hable claro, directo y fuerte contra los atropellos a la ley que venimos observando de este desgobierno de maleantes y oportunistas. Una galería de prestigiosos ex decanos lo estará observando a su vez desde el más allá para que cumpla el rol para el que fue elegido.

“Orabunt causas melius” (Defenderán mejor las causas) es el lema del CAL… solo esperamos eso.