Almuerzo de reencuentro de la familia León Barandiarán con motivo de un aniversario más del nacimiento de la bisabuela Margarita Barandiarán Niño Ladrón de Guevara (1867-1961). En esta oportunidad el tío Georg Busse León fue el que nos convocó a un simpático almuerzo para agradecer especialmente a su familia materna y a sus descendientes directos por el solidario comportamiento con él, su padre, madre y sus hermanos durante los primeros años de su vida.
Sucede que la historia de los Busse León bien vale la pena contarla por ser una donde se entrelaza la historia, en este caso la guerra, con las vidas cotidianas de las personas. Elisa León Barandiarán; hija de la citada Margarita y de Augusto F. León Paredes y hermana de mi abuelo Augusto y además de Raúl, Rosa, Margarita y José; contrajo nupcias en 1934 con el ciudadano alemán Emil Busse Hoeber (de profesión relojero y quien había venido al Perú huyendo de la Alemania nazi), naciendo de esa unión los tíos Hans (1938-) Ernst (1940-) y Georg (1942-).
Estallada la II Guerra Mundial en setiembre de 1939 (duraría hasta 1945), el gobierno peruano de Manuel Prado Ugarteche (1939-1945) al principio declararía su neutralidad, luego presionado por los aliados tomaría activo partido por estos (EE UU, Francia, Inglaterra, Rusia entre otros) que venían combatiendo a las naciones del Eje (Alemania, Italia y Japón).
Una de las condiciones de ese apoyo era que todos los ciudadanos alemanes, Italianos y japoneses residentes en el Perú debían ser deportados a los EE UU bajo la sospecha de poder convertirse en espías, así todos ellos fueron recluidos en campos de internamiento familiar en la tierra del Tío Sam hasta acabara la conflagración mundial. Episodio oscuro y vergonzoso de los EE UU, pues si bien aquellos campos (Cristal City, Texas fue el que correspondió a la familia Busse-León) no fueron los de concentración de la Alemania nazi, ni mucho menos, los ciudadanos allí consignados y privados de su libertad nada tenían que ver con lo que hacían los gobiernos de sus países de origen.
En ese escenario, Emil Busse es deportado en 1944 a los EEUU por el gobierno peruano. Su esposa Elisa y sus tres pequeños hijos, al ser ciudadanos peruanos no tenían por qué correr la misma suerte. Sin embargo, Elisa mujer joven, valiente y leal y quien vivía cómodamente en Lima no permitió que se desintegrara su familia y decidió irse con su esposo e hijos a esa nueva vida llena de incógnitas y vicisitudes propias de la convulsionada época.
No bien acabó la II Guerra Mundial en 1945, Alemania -con la ayuda de los aliados- necesitaban la presencia de todos sus ciudadanos para reconstruir su nación, requiriendo la participación del buen Emil. Elisa por segunda vez decidió seguir a su esposo en esta nueva aventura, estableciéndose en Austria primero y luego en Alemania. En aquella Alemania dividida y caótica, los Busse León vivirían en locaciones controladas por el Reino Unido.
Días duros, días difíciles los que le tocó vivir a la familia Busse León en la Alemania de la post guerra. En 1945 nace Martha Marguerite Busse León, la última hija del matrimonio de Emil con Elisa, penosamente moriría a los pocos meses víctima de una letal tos convulsiva. La escasez, la hambruna era moneda común y corriente, Emil procuraría siempre un pan para sus hijos y esposa, pero no siempre lo conseguiría. En esas circunstancias, la familia León Barandiarán nunca dejaría de enviarles dinero para la manutención, lo haría a través del consulado en Zúrich, Suiza. La dificultad existente en el viejo continente azotado por una guerra muy reciente hacía que no siempre llegara a tiempo ese dinero.
En marzo de 1946 muere Elisa en esa terrible coyuntura, dejando en la orfandad a sus pequeños hijos y viudo a su esposo. Es allí donde se muestra la grandeza de la familia León Barandiarán, quien encabezada por la matriarca de la familia Margarita, su hijo José León Barandiaran principalmente -un ya prestigioso abogado y luego gran jurista- y demás hermanos, empezarían con la difícil y complicada tarea de traer de vuelta a casa a los niños Busse León y luego a su padre Emil para el reencuentro familiar. No eran los tiempos actuales, que con un viaje en avión se arreglaba el asunto.
Margarita, mujer también valiente y de temple y además amiga del presidente Prado, consigue que un buque de la armada peruana (con un joven oficial José Felix Barandiarán Pagador a bordo) vaya al rescate de su familia y de otros ciudadanos peruanos (sería un buque “fantasma”, al no tener registro de salida y entrada, hecho inédito en la historia de la Marina de Guerra del Perú). Así, a mediados de 1946 una familia emocionada recibe en el puerto del Callao a los tres pequeños Busse León y los cobija en la residencia de la bisabuela Margarita en Miraflores. La historia cuenta que el mismo presidente Prado fue a la casa de su amiga Margarita y le dijo: “no te preocupes Margarita que te prometo que haremos lo necesario para lograr el regreso de tu hija y tus nietos”. Elisa jamás regresaría, pero sus hijos y esposo sí.
Ya en el gobierno de José Luis Bustamante y Rivero (1945-48), un influyente José León Barandiarán (sería ministro de Justicia de ese régimen en 1948) consigue un salvoconducto en junio de 1947 para su cuñado Emil, quien luego de un largo y accidentado viaje, saliendo de Alemania y recalando en Lisboa, Buenos Aires y La Paz, entraría a territorio peruano por la frontera con Puno, luego Juliaca y de allí un vuelo a Lima para reencontrarse con sus hijos.
77 años después del fin de esta odisea familiar, que duró tres largos y angustiosos años en medio de una guerra mundial, un emocionado Georg -quien por años no pudo procesar lo acontecido por lo traumático de la vivencia y sus pocos años de vida- comparte su alegría con su familia extendida y nos recuerda la importancia de la unión y solidaridad familiar, sobre todo en tiempos y circunstancias aciagas.
Valen las sinceras palabras de la misma bisabuela Margarita cuando recordando lo que le tocó vivir evocaba cómo la guerra había entrado a su familia. Aleccionadora historia que nos revela lo mejor del espíritu humano sobreponiéndose a las adversidades de la vida.