
Si hay un libro que es imprescindible en la mesa de noche de todo peruano, sobre todo en estos tiempos, ese es “Los Cojudos” del prolífico escritor, periodista, político, humorista gráfico, poeta y diplomático peruano Luis Felipe Angell de Lama-Sofocleto (1926-2004). Poco o nada tenemos que comentar que no se haya dicho ya de lo que fue este genio del humor sarcástico y mordaz, lo que le valió hasta cárcel y deportaciones. Terribles experiencias de las cuales incluso sacó provecho, plasmándolas en innumerables, divertidas y extraordinarias obras de un humor inagotable.
Aquí una de sus brillantes definiciones del cojudo en la línea del tiempo de vida: “El cojudo llega a su clímax sobre los treinta años y alcanza la apoteosis a los cincuenta y nueve. De los sesenta para arriba es lo que se llama ‘un viejo cojudo’, lo cual significa que no le falta sino cometer la Gran Cojudez Final que cierre con broche de oro su carrera, antes que algún pendejo de la familia consiga meterlo en el manicomio bajo los cargos de Arterioesclerosis Generalizada y Problemas de Conducta que es como los siquiatras llaman a los cojudos, para disimular”.
El mismo Sofocleto nos cuenta el origen de los cojudos en nuestro país: “¿Cómo aparecieron entre nosotros? Sólo hay teorías. Hace mucho tiempo se encontró un cráneo prehistórico en las inmediaciones del Cuzco. Lucía un hachazo en el occipital que debió dejarlo seco en el acto. El Carbono 14 demostró que tenía más de mil años y, evidentemente, le dieron el golpe cuando estaba distraído, mirando para otro lado. Bueno, ese -para mí- fue el primer cojudo que tuvimos en el Perú.” Sencillamente excepcional.