Los cineastas peruanos y el mundillo que rodea esta actividad bastante reducida por cierto tienen todo el derecho del mundo de defender sus películas (pese a que lo hagan con una insufrible pedantería y encaramados en sus imaginarios pedestales de superioridad moral e intelectual) y nosotros los que nos parece que el cine peruano tiene en su inmensa mayoría un incuestionable tufo progre y de reivindicación social-política, el derecho a criticarlos.