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Pensiones en el Perú, ONP y AFP

Ricardo León Dueñas, abogado y ex gerente legal de ONP (2003-2006).

El tema pensionario en el Perú siempre ha sido uno polémico y no exento de vicisitudes que no han permitido que la inmensa mayoría de peruanos podamos gozar  de una pensión de jubilación que nos respalde al final de nuestros días, tiempo durante el cual incuestionablemente el ser humano ya no está en condiciones de producir lo suficiente para su subsistencia.  Una economía informal casi al extremo, una inversión en la pirámide etaria y muy malas decisiones políticas han llevado a la imposibilidad material y real que ha culminado prácticamente con el colapso de cualquier sistema de pensiones. Ni la Oficina de Normalización Previsional-ONP a cargo del Sistema Nacional de Pensiones-SNP, ni las Administradoras  de Fondos de Pensiones-AFP  a cargo del Sistema Privado de Pensiones-SPP han logrado sobrevivir con éxito a este vendaval de contingencias y muy malas decisiones. 

Cuando Otto Von Bismarck, en la segunda mitad del siglo XIX,  diseñará el primer modelo previsional moderno que conocemos, jamás hubiese imaginado que más de 150 años después los sistemas de jubilación en el mundo colapsarían por motivos diversos, ninguno que el buen Canciller de Hierro pudiese haber previsto ni por asomo. 

El concepto inicial era impecable, los jóvenes fuertes y vigorosos aportarían una parte pequeña de su salario como provisión para que una vez retirados, pudiesen gozar de tal ahorro acumulado. El sistema de seguridad social estaba basado en la solidaridad, así estos jóvenes trabajadores -que eran más que los ancianos- acumulaban este dinero -manejado por el Estado naturalmente- en un fondo común, que serviría para que luego los ancianos retirados cobraran su pensión y así poder subsistir. Ese era el sentido de este sistema, uno basado en la colaboración intergeneracional. El llamado Estado de Bienestar europeo tenía como un pilar fundamental el sistema pensionario, todos felices. Pero el devenir de la historia y el mismo progreso haría que tal impecable sistema no sea la panacea que en aquel entonces parecía ser.

El avance incontenible de la medicina hizo que la gente viviese más y por tanto se alargue el periodo de tiempo en que los jubilados recibiesen pensión, la cuota de trabajadores jóvenes ya no sería suficiente, pues la pirámide, en la que los jóvenes estaban en su base, cada vez se convertía en un rombo para luego en algunos casos extremos termine por convertirse en pirámides invertidas. Es decir había muchos jubilados para tan pocos aportantes, ello solo contribuiría a distorsionar el concepto inicial tan bien conceptualizado.

En algunos países europeos el decrecimiento de la tasa de natalidad conllevó a una disminución de la masa laboral joven con el consiguiente impacto en los fondos pensionarios. No le quedo otra alternativa al Estado que comenzar a subsidiar -con los impuestos generales- las pensiones de millones de jubilados, incrementando notoriamente el gasto público. Desvirtuado el concepto original que Bismarck había diseñado para este tema.

El Perú no fue ajeno a este tema. Si bien nunca se tuvo una visión como la europea en ese tema, también sufrió los mismos problemas, incrementados por muy malas o inexistentes políticas al respecto. El Perú del siglo XIX fue uno de intensos periodos de anarquía y caudillismo que no permitieron la consolidación de un Estado fuerte y preocupado por un tema -entre tantos- como el previsional, cada ciudadano vería por su futuro. No fue muy diferente entrando al siglo XX. Ya a mediados del siglo pasado se empezó a diseñar una estructura de pensiones siempre bajo el amparo del Estado y con el concepto de la solidaridad como base de este tema, es decir un fondo común donde todo trabajador aportaba parte de su salario para que los jubilados pudiesen recibir una pensión.

Así, el Decreto Ley 19990 (dictado por el gobierno militar de 1968-1975) fue el marco regulatorio que manejaría el SNP (a cargo del Instituto Peruano de Seguridad Social-IPSS y luego hasta la actualidad por la ONP) encargándose del pago de todas las pensiones proveniente de sector privado, como que hasta la fecha así sigue siendo, hoy compartido con las AFP que maneja el SSP, del cual ya nos ocupáremos luego. 

Hubo el sistema denominado “Cedula Viva”, un sistema que nació a mediados del siglo XIX por iniciativa del presidente Ramón Castilla. No era un sistema de pensiones estructurado como tal. Era un premio que el Mariscal quiso otorgar a funcionarios notables de determinadas entidades públicas que se jubilarían con su última remuneración percibida hasta su muerte (e inclusive transmisible a sus herederos) como un reconocimiento a labores relevantes en el sector público. La tremenda distorsión vino cuando muchas entidades estatales en pleno siglo XX tomaron esta “gracia” presidencial como norma, generándose que muchísimos funcionarios públicos y su descendencia (hijas solteras) terminaran con jubilaciones mayores inclusive a los salarios que ganaban los funcionarios activos, es decir un absurdo absoluto e inviable y que el Decreto Ley 20530 (también durante el gobierno militar de 1968-1975) reguló por varios años. En honor a la verdad, sí hubo ciertas entidades que les correspondía este derecho, pero acotado y no generalizado como lo que ocurrió. 

El denominado “efecto espejo” motivó que el erario nacional se viera severamente afectado por este desembolso millonario de jubilaciones que no guardaban relación con el sentido del monto que se había aportado para tal efecto. Es decir, recibir una jubilación que no guardaba correlato alguno con el ahorro que había acumulado en su vida laboral. Fue por este motivo, que  este régimen tuvo que cerrarse definitivamente en 2004 con una reforma constitucional. Solo anotaremos que el cálculo actuarial (proyección a largo plazo del pago a los jubilados de este régimen) alcanzaba varios miles de millones de soles. Su inviabilidad hizo que desapareciera del mapa. 

En todo este contexto, se implementó a principios de los años noventa en el Perú el SSP a cargo de las recién creadas AFP. Sistema novedoso e importado de Chile -creado por José Piñera- parecía la solución al tema pensionario; su éxito era incuestionable. Dejaba de lado el concepto de la solidaridad y se enfocaba en la individualización del aporte. El trabajador tenía una cuenta individual y de acuerdo estrictamente a su aporte y a la rentabilidad generada por el mismo, recibiría una pensión. Adiós fondo común. Parecía la panacea, sí, pero este novedoso sistema no contaba otra vez con múltiples aspectos de nuestras complicadas sociedades. 

En el Perú funcionó y bien, pero la abrumadora informalidad y la poca densidad de aporte, ello aunado a una imagen de las AFP como entidades netamente financieras, frías y de desprovistas del concepto de seguridad social hizo que muchos afiliados comenzaran a desconfiar del sistema. La poca capacidad de reacción de la AFP, todas ligadas a importantes grupos empresariales no supieron responder con la suficiente energía y convicción y así malos políticos se aprovecharon de ellos perforando el sistema y debilitándolo de tal manera que hoy apenas sobrevive. La supervisión de la SBS fue correcta, pero no pudo evitar su descalabro.

El destino de la ONP no fue muy halagüeño. Manejando un inmenso fondo pensionario se vio afectado por  diversos factores que devinieron en la casi total extinción del dinero acumulado en dicho fondo. Muy malas y poco rentables inversiones que no incrementaron en absoluto el dinero allí depositado La hiperinflación del primer gobierno de Alan García (1985-1990) esfumó todo el dinero por una feroz devaluación de la moneda y la absurda política de no actualizar la tasa de aporte, hizo que para principios de los noventas el fondo estuviese virtualmente licuado. Es en esos años cuando se crea la ONP (como una escisión del IPSS) dotándolo de recursos del erario nacional para el pago de pensiones. El espíritu del aporte del trabajador para sostener el pago de pensiones había desaparecido del mapa. La ONP se convirtió en tan solo un administrador/cajero del Ministerio de Economía y Finanzas que con los impuestos de los peruanos pagaban las pensiones  a su cargo. 

Hoy, tenemos a las AFP absolutamente debilitadas y a la ONP desfinanciada, con el agravante que tan solo 2 de cada 8 peruanos recibirá una pensión al llegar a la “mágica” edad de jubilación, todo ello por la informalidad de nuestra economía y pésimas decisiones políticas. La única solución es replantear el tema sobre la base de un sistema mixto que contemple varios pisos, uno primero solidario y los restantes de aportes individuales, siempre de la mano con una agresiva política de formalizar el país. Por ahora las pensiones en el Perú están en UCI y nada parece que vaya a cambiar, menos en estos tiempos. 

Referencia

ONP, Memoria Institucional 2005. https://www.onp.gob.pe/seccion/centro_de_documentos/Documentos/830.pdf (página 10)