
De pronto lo que voy a exponer sonará un poco fuerte y sobre todo injusto, habida cuenta que hay millones de compatriotas que se fajan a diario para ser mejores personas y ciudadanos, gente que en el total anonimato se esfuerza en cada ámbito de su vida para superarse como seres humanos. La descomposición social y política que vive nuestro país no es ninguna novedad, el total trastrocamiento de los valores y la perversa manera de sobrevivir que tienen algunos engañando a los demás, desconociendo todo tipo de respeto por el otro y encima haciendo gala de ello tiene a un sujeto como Cesar Acuña un claro exponente de quizás no un nuevo peruano, pero sí uno que cada vez se observa -penosamente- con mayor frecuencia, uno muy malo por cierto.
Un mal peruano para quien la criollada, el apañamiento de malas conductas, la desvergüenza y el cinismo forman parte usual de su conducta en la vida. Hay muchos otros que también pudieran encajar en tal descripción, de pronto hasta más ajustados que el personaje en cuestión, ya será cosa de cada quien convenir en escoger a su ejemplar. Muchos dirán que no es novedad lo que se pueda decir de Acuña, pero a raíz del gravísimo caso de la tesis plagiada del presidente de la república y su señora en un centro de estudios de su propiedad, todo un país -y el mundo- ha conocido la peor cara y la real dimensión de miseria moral de alguien que se presenta como un hombre que ha salido de la nada para convertirse en alguien “importante”. Un hombre mediocre hasta la medula de sus huesos que no tiene el menor reparo en comprar todo…incluyendo conciencias de personas.
Fuera de ser cómplice de un acto no solo carente de toda ética profesional, sino hasta delictivo, el agravante de echar por tierra los sueños de miles de estudiantes de sus “universidades” ha sido devastador. Jóvenes de orígenes tan humildes como el suyo, han visto cómo sus proyectos de vida profesional se les escurren de sus manos sin que ellos y sus sacrificadas familias puedan hacer algo. Acuña, coludido con sus lacayos, no solo ha apañado un hecho abiertamente inmoral y delictivo, sino ha cercenado el futuro de muchísima gente por un grosero cálculo político y una incuestionable angurria económica. En cualquier sociedad medianamente normal, Cesar Acuña debería ser considerado un paria, salvo en una sociedad profundamente enferma como la peruana donde él sabe que puede seguir actuando con total impunidad. Lo peor de todo: ya habrán otros escándalos que hagan se olvide este. Terrible.